Despiertas un día en la mañana en Santiago de Chile, y si tienes la suerte de que sea invierno, probablemente lo primero que veas por tu ventana sea un extraordinario muro blanco, que se levanta majestuosamente a lo largo de todo el este de Santiago (y de Chile). Es la Cordillera de los Andes. Sinceramente no puedes evitar contemplarla por unos instantes antes de que comience tu día en uno de los centros urbanos más importantes de Latinoamérica. Si vives en la zona centro, o por Providencia, seguro lo haces con una bicicleta, sino, no importa, lo haces en auto, o en transporte público, el cual funciona excelentemente bien comparado con otros países de Latinoamérica. Ya sea por el sistema de ciclo vías, perfectamente bien delimitado, o por la Autopista Urbana Costanera Norte, la cual, como todas las calles de Santiago está muy bien construida, o en microbús; no puedes evitar notar la cantidad de parques y espacios públicos que existen, el Río Mapocho en medio de la ciudad, y el Costanera Center, el edificio más alto de Latinoamérica, que le agrega un toque futurista al paisaje andino.
Pasada la mañana, es hora del almuerzo, ¿dónde almorzar?, no hay problema con eso, Chile es uno de los países con mayores niveles de inmigración de América Latina, tanto histórica como actualmente, y eso ha dado lugar a que la gastronomía del mundo sobre todo la europea, conviva y evolucione en esta ciudad. Aunque claro, no te puedes ir sin probar la comida local, unos completos y una chorrillana harán que se abra el apetito. Al conversar con algún chileno te das cuenta que por varios minutos no entiendes una sola palabra de lo que dice, y que cuando te refieres a las estaciones del año, siempre te confundes, porque en el hemisferio sur todo es al revés. Pero te tranquilizas porque empiezas a cachar con más frecuencia su modo de hablar y las curiosidades de este país.
Al caer la tarde, es uno de los momentos más espectaculares para estar en esta ciudad, y si es en primavera, ni se diga. Poco a poco ves como el cielo se pinta de naranja, luego de rojo, un poco después de rosa, y observas entre la montañas el reflejo intenso de algo que no reconoces, ¿Qué es?, son los resorts de ski en nieve que brillan entre la cordillera. Por si no lo sabías, si estás en Santiago, a sólo 40 minutos, tienes 3 de los mejores centros de ski en nieve de América Latina (caros, pero valen cada peso.) ¿No te gusta esquiar? No te preocupes, a tan sólo 90 minutos al oeste, tienes Viña del Mar y Valparaíso. Para llegar ahí tendrás que atravesar la Cordillera de la Costa, entre varios túneles de la más alta tecnología, y docenas de viñedos de primer nivel.
Si la mañana siguiente te aventuras hacia el Océano Pacífico, llegarás a Valparaíso. Apreciarás los famosos puertos pesqueros, los murales artísticos en las calles, las subidas y bajadas interminables, y por supuesto, La Sebastiana, una de las 3 casas del Premio Nobel de Literatura, Pablo Neruda. Te darás cuenta que son un espectáculo único, el cual le darán un nuevo significado a tu definición de excéntrico. Mientras tomas el malecón para trasladarte a Viña del Mar después de maravillarte con el arte en las Calles de Valpo, y de poner en el radio “Valparaiso de mi corazón”, recorres con la mirada el mar, y en tan sólo 15 minutos estarás en las famosas playas de Viña, comiendo mariscos deliciosos, y con la intención de refrescarte en el mar, que casualmente tiene a poca gente dentro aunque es verano (te darás cuenta que nadie se mete porque ¡El agua es realmente helada!). Por la tarde te interesan las Dunas de Concon, La Quinta Vergara que es donde se hace el “Festival de Viña del Mar” y un buen vino local… nada mejor para terminar el recorrido por estos lugares y preparar tu regreso a la capital.
Una vez más en Santiago, te preparas para tu siguiente aventura. Ahora te diriges al norte. Y tu destino es San Pedro de Atacama, a tan sólo 2 horas de vuelo, escoges un asiento con ventana del lado derecho para poder ir apreciando la cordillera. Mientras vuelas y revisas el mapa de Chile, caes en cuenta que Chile es una isla en tierra. Al norte el desierto y el Salar de Atacama (el desierto más árido del planeta), al este la cordillera más larga del mundo, al sur la Antártida (el lugar más inhóspito) y al oeste el Océano Pacífico (el más extenso).
Aterrizas en la ciudad de Calama, y tomas un shuttle a San Pedro. En el camino de Calama a San Pedro, te das cuenta que realmente estás en un desierto, y que el paisaje que te envuelve, no lo habías visto nunca. Llegando a este pueblo verdaderamente mágico, te puedes hospedar en hoteles boutique, en hoteles de lujo a las afueras del pueblo, o en hostales. Te maravilla el estilo arquitectónico del pueblo, y te impresiona la cantidad de turistas tanto nacionales como internacionales. Desde jóvenes que se van de mochilazo, hasta familias grandes y parejas mayores. San Pedro de Atacama tiene algo que ofrecerle a absolutamente todos. Aunque la vida nocturna es muy atractiva en San Pedro, es hora de dormir, ya que los tours para conocer los atractivos naturales alrededor de San Pedro, empiezan muy temprano en la mañana, pero tranquilo, es lo que más vale la pena del norte de Chile, no te vas a arrepentir.
Existen tours por la “Laguna Tebinquiche” en la cual flotas por la cantidad de sal que contiene, y la hace más densa que el Mar Muerto. Eso sí, los primeros minutos sentirás que te congelas, pero cuando te acostumbras, simplemente te relajas y disfrutas de la vista llena de volcanes con las puntas nevadas, mientras te rodea el tercer salar más grande del mundo en una de las zonas más secas que existen. ¿Cómo es esto posible? Te preguntarás.
Existen otros tours como a la “Laguna Cejar” llena de flamingos y de bacterias responsables por iniciar la vida en la Tierra hace más de 3 mil millones de años, o a los “Geysers del Tatio” en donde puedes disfrutar de aguas naturales de hasta 38 grados centígrados, mientras observas el vapor de los geysers con un paisaje nevado y aprecias las vicuñas y otros “camellos americanos” que trotan por los montes. O también está el “Valle de la Luna” el cual mientras lo recorres te transporta a la superficie lunar, y cuando llegas a la cima de la “Duna Mayor” a ver el atardecer, te conmueve por la belleza tan extravagante y verdaderamente única que te presenta (en lo personal, el paisaje más increíble que he visto en mi vida.). Y cuando crees que ya lo has visto todo, se hace de noche, y recuerdas que tiempo atrás te dijeron que el norte de Chile es el hogar de varios observatorios, y no tienes que preguntar por qué. Sólo hace falta que voltees a ver el cielo, y te das cuenta por qué. Tu mirada se pierde en la inmensidad y la belleza de la galaxia, y hasta alcanzas a ver pequeños satélites que orbitan la Tierra, a ojo desnudo.
Existe una enorme oferta de tours astronómicos, los cuales te cambiarán la perspectiva con la que miras la vida, la Tierra y el universo. ¡Sólo fíjate que no haya luna llena en esas fechas, y que no haya nubes! (Lo digo por experiencia).
En estos tours, te mencionan ALMA (Atacama Large Milimiter/ submilimiter Array), uno de los observatorios más importantes del mundo, y te presumen que en los próximos años, el 70% de la capacidad de observación astronómica de la Tierra, será a través de observatorios instalados en Chile. Te quedas atónito.
Al regresar a Santiago, te das cuenta que sólo recorriste el centro y el norte del país, y que lo que te encontraste, superó cualquier expectativa que podías tener de un país tan lejano de todo y custodiado como si fuera un tesoro por maravillas naturales. Una vez que te subes al avión para regresar a tu país de origen, con sentimientos encontrados, sólo una pregunta aparece en tu cabeza… ¿Cuándo vuelvo?
Por Stefano Gabriele Motti en colaboración con Santiago Maciel Cámara | 07 de Junio, 2018